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“Literatura digital, escritura 2.0: los textos en las pantallas”
Cantamutto, Lucía.
En Cantamutto, Lucía y Negrin, Marta, Palabras contra el viento. Literatura bahiense en las escuelas. Bahía Blanca (Argentina): EdiUns.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/ptCk/bHm
Resumen
1. La lectura (y a la escritura) a un click La historia de la lectura es un zigzagueo que desfila desde la interpretación de jeroglíficos a la lectura pública en voz alta durante la Antigüedad, variando luego al gesto ensimismado de leer en silencio para encontrarse, ahora, con la lectura en la pantalla . Mientras cambian los gestos para leer, también lo hace la forma de acercarnos y estar en los textos. Por ejemplo, el recorrido lineal de la vista sobre las líneas del papel, no se traslada idéntico a la pantalla (Jewit, 2002). En una pantalla, generalmente, se lee de forma vertical (desplazando los ojos por la página de arriba-abajo) mientras que los libros o las revistas son leídos de manera horizontal (pasando de una página a otra de izquierda a derecha). Además, el caudal de información existente en el interior de una pantalla es sustancialmente diferente al de un libro. Para ejemplificar: en internet, es probable que la lectura del propio texto conviva con imágenes publicitarias, gadgets propios de la página, elementos en movimiento, links interactivos; en el libro, en cambio, pueden encontrarse, circunstancialmente, anotaciones de otro lector, una flor que recuerda un momento pasado, marcas en sus hojas u olores ajenos, que signifiquen algo. El libro suele tener sus márgenes blancos, estáticos, con elementos que resultan más fáciles de manipular (no es necesario ser muy conocedor del tema para saber cómo pasar una hoja ). Del mismo modo, si se lee en un procesador de texto, sobre los márgenes superiores, inferiores y laterales, una serie de botones nos permitirán, al mismo tiempo que se lee, marcar, seleccionar, recortar, modificar. Estos motivos son suficientes para que en la escuela sea indispensable trabajar la lectura de los textos tradicionales al mismo tiempo que se recuperan los saberes que los jóvenes tienen de los textos en soporte digital. Como claramente explica Emilia Ferreiro (1996:22), “el abismo que ya separaba a los no alfabetizados de los alfabetizados se ha ensanchado aún más: algunos ni siquiera llegaron a los periódicos, los libros y las bibliotecas, mientras otros corren detrás de hipertextos, correo electrónico y páginas virtuales de libros inexistentes” . A esto se le suma la experiencia de los chicos que, desde pequeños, manejan el espacio virtual sin conocer aún la forma tradicional de circulación de los textos, la forma de trazar las letras con la mano o el resultado de esos primeros garabatos que descubren palabras.
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