Como en todo comienzo de ciclo lectivo, cierta cuota de incertidumbre siempre está presente. En el 2020 nos tocó conformar un nuevo equipo docente, para el 1er año de una nueva carrera, en una nueva sede del ISFD y T 162. Y, como si ésto fuera poco: empezó la pandemia en pleno taller de inicio. En el marco de ese contexto, surgieron nuevos interrogantes: ¿cómo sería posible vincularnos y entramar lazos pedagógicos?,¿cómo construir un “nosotros” con estudiantes de primer año, “sin estar”? En un primer momento, nos sentimos absolutamente desprovistas, desorientadas, aturdidas. Debíamos hacer algo para cambiar esa frialdad que circulaba. Cada una sintió la necesidad de entrar a la pantalla para llegar a ellos y de que pudiéramos entendernos. Y, en cada una, surgió así una fuerza, un deseo: la decisión de sostener. Sostener la cursada, sostener la enseñanza, sostener-nos y sostener-les a les ingresantes, como fuera posible. Abandonar la queja y el desconcierto y caminar…con lo que contábamos y con lo que no contábamos. Porque nos dimos cuenta de que de lo que más sufrimos es de la imposibilidad del encuentro -no de las instituciones, ni siquiera de las más terribles tragedias, sino de no ser capaces de encontrarnos. Poder contar con les otres, nos cobija, nos humaniza, abre oportunidades. De este modo, se fue dando de manera espontánea un doble juego: cuidarnos, acompañarnos como profes para poder cuidar y acompañar a les alumnes. Estábamos abrumadas, pero sintiendo la responsabilidad de un rol, como un motor que nos empujaba. Para realizar una transmisión y defender el derecho a seguir educando aún en condiciones inciertas. Porque la certeza de que vale la pena defender la educación, seguía en pie. Y comprendimos que, para concretar ese anhelo uno de los caminos que debíamos transitar, era trabajar en equipo en un marco de hospitalidad, de ternura, de empatía. Una práctica que aparentemente no está tan asociada al Nivel Superior, porque no tiene buena prensa y, en algunos ámbitos, pareciera atacar a la excelencia académica o a la exigencia aplastante y hueca…discursos que por suerte la pandemia logró sacudir mucho más velozmente, aunque ya veníamos cuestionándolos. Aprendimos a valorar el telar, más que los pequeños contenidos, a elegir con responsabilidad los contenidos prioritarios de cada materia viendo la relación con las otras, revisando minuciosamente las propuestas y los autores para transmitir apasionadamente la importancia de formarse como futures educadores. Y, en esa red de sostén grupal, que comenzamos a tejer desde la incertidumbre y el deseo, el rol que desempeñaron les alumnes - sosteniéndose entre sí- fue determinante. Creemos que la pandemia corrió un velo espeso y nos hizo entender que, sin ternura, sin un lazo, sin una invitación a conversar, a escuchar, no es posible enseñar ni aprender. Y que aún, sin el marco de las paredes de la institución, el territorio propio de nuestro trabajo es cada alumne.