La prostitución femenina que se desarrolló en la ciudad de Balcarce, provincia de Buenos Aires, durante las primeras décadas del siglo XX, se conformó en nuestro objeto de estudio a partir de la elección de una variable: el cuerpo. El cuerpo de la mujer prostituta conformaba, por un lado, el recinto simbólico de la condena social, y por el otro el poder de sometimiento ante el discurso patriarcal. Esa construcción negativa que se forjó sobre la figura de la prostituta ?no sobre la prostitución- fue el hilo conductor que vinculaba al proceso de salud-enfermedad con el de la condena moral, puntualmente mediante la manifestación de las enfermedades venéreas. Su prueba más concreta se expresó como vergüenza ante la posibilidad de contagio inminente. Pero el temor más grande, y quizá el menos superficial, era el de creer que atentaba contra la institución fundamental de la Nación, la familia.